Hoy queremos hablar de un problema muy frecuente en niños en algún momento de su desarrollo, las molestias causadas por la luz solar o fotofobia. Aunque, en ocasiones, no debemos preocuparnos por si aparecieran problemas de salud ocular, muchas veces es conveniente tenerla en cuenta.
Hay diferentes patologías que pueden referir sus primeros síntomas como una fotofobia reiterativa y que debe llevarnos a considerar que nuestro hijo debe ser valorado desde el punto de vista oftalmológico. Así, en algunos casos, defectos de refracción (hipermetropía, miopía o astigmatismos) pueden manifestarse con cierta fotofobia, siendo imprescindible para descartarlo que realicemos una dilatación de la pupila y valoremos la necesidad del empleo de lentes correctoras que en muchos casos pueden solucionar ya no sólo el problema de la fotofobia, sino prevenir algo más importante como es la ambliopía o también llamada ojo vago.
A veces también sucede que la fotofobia es índice de una patología mucho más severa desde los primeros momentos de la vida como es un aumento de la tensión ocular o glaucoma congénito. Esta patología va acompañada de otras manifestaciones (lagrimeo, blefaroespasmo, aumento del tamaño ocular o buftalmos o alteraciones corneales) que deben ser valoradas de forma urgente por su especialista, pues su falta de tratamiento en los primeros meses de vida puede conducir a una ceguera irreversible.
Pero todo esto no significa que la fotofobia sea siempre un problema ocular, también es síntoma de unos ojos claros, que hace que el diafragma de la cámara fotográfica que son nuestros ojos, no cumpla totalmente la función de freno a la entrada de luz y nos provoque esa molestia ante la luz solar. Y esto es algo que se puede solucionar fácilmente con el empleo de gafas de sol.